domingo, 1 de junio de 2008


El Círculo de la muerte

Es el medio día y la plaza de toros esta que explota de la algarabía que producen los matadores. Éstos visten fenomenalmente sus trajes que se asemejan al vestido de gala de una mujer, llenos de adornos y brillantinas. La presentación es formal y los toreros se han formado en dos hileras cuya cabeza va dirigida por los que matarán a tal enorme bestia.
Se separan los toreros y preparan las capuchas color fucsia para conocer a la bestia cuyos cuernos superan los treinta centímetros y la punta de estos parece la de una espada. Tras tanto ruido del público se oyen los pasos agigantados y cada una de las exhalaciones que dan muestra del tamaño de aquel animal. Las caras de los toreros son de preocupación, pero todo el público sabe que la valentía y el orgullo de la profesión es más grande que el miedo.
Alocadamente sale un toro de color negro azabache de 1.70 metro de altura por lo menos, y el pecho parece un escudo al que no le entran balas. Enérgicamente, el animal comienza a pasearse por al plaza y deja a su rastro las grandes pisadas de sus descuidadas pezuñas. Los toreadores se miran las caras y sabes que la fiesta ha comenzado.
Primeramente, sale un torero que sirve de ayudante del principal, y su misión es la de que el animal se muestre ante el público, eso dura sólo un par de minutos. Inmediatamente después aparece el torero principal con una capucha del mismo color fucsia, pero se nota por sus ropas que será quien estará a cargo de la fusta.
No obstante, se retiran los toreros con sus capuchas y dan paso a quienes con sus plumillas corren deliberadamente hacia el toro y se las clavan en el lomo para así dar paso al comienzo del fin de la bestia. Estos personajes muy heroicos, son los que reciben los aplausos del público que celebra, tal coliseo romano, el peligro que éstos han corrido al enfrentar al toro. Pasada este acto, es turno del caballero que junto a su caballo, muy bien protegido, esperan a un costado de la plaza el ataque a toda velocidad de aquel animal, sin embargo, el caballero posee una estaca de gran tamaño que le sirve para que la sangre del animal salga a relucir.
Pasado este impasse, aparece campante y resonante el torero que junto a su espada y capucha de color rojo, se dispone a enfrentar a la bestia. Mucho es el teatro que el actor realiza en este acto, quizás la tradición así lo ha dejado escrito en las escuelas de toreros. El episodio comienza con la aparición del hombre que lleva bajo su brazo su capucha y espada, se dirige lentamente al centro de la plaza donde levanta su gorro y saluda elegantemente al público, el cual alegre le da un fuerte aplauso. Una vez recibido este meritorio reconocimiento, deja caer su gorro al centro de aquel círculo de la muerte, la plaza de toros.
La corrida está en su punto final, el toro muy cansado y con sangre en su lomo se dispone a atacar al personaje que se muestra desafiante frente a él. Después de unos minutos, son muchas son las estocadas que el toro le intenta dar a aquel hombre, pero sin lograrlo el animal se demuestra cansado y sin fuerzas. Su pecho se mueve demasiado tratando de inhalar el tan preciado oxígeno que necesita para poder defenderse.
El público ya sabe el destino del toro, de esa bestia que con mucha energía entró a la plaza ahora está siendo derrotado. El torero pide un cambio de espada y le grita: ¡EEE TORO EEE! y le apunta con su arma y le mueve el rojo de su capucha. El público está totalmente en silencio sabiendo que el fin esta por llegar, para lo que se oye en ese silencio inmutable un grito ensordecedor y se ve la carrera y el enfrentamiento de dos fuerzas totalmente dispares. El hombre entierra la espada justo detrás de la nuca del animal y éste cae al piso sin poder mover extremidad alguna.
El publico saca pañuelos blancos que demuestran la aprobación de la corrida y del gran valor mostrado por el torero. El hombre recibe la oreja del animal y el orgullo de haber tenido una jornada excelente, mientras que el toro recibe nada mas que la muerte.

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